MiniCV

Me dedico y me interesa la Informática Audiovisual, Postproducción, Tecnologías de la Información y la vida que me rodea.
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30 de julio de 2015

El tesoro del abuelo


Recuerdo que de pequeño mi abuelo me llevaba de paseo por sitios especiales de Valencia. Mis padre y yo ya no vivíamos allí y cada viaje para ver a la familia se convertía en algo extraordinario. La relación abuelo-nieto era muy intensa. Él no había tenido hijos varones y, al ser yo el mayor de su hija mayor, me medio adoptó.

Me viene a la memoria que prefería que le llamara tío para aparentar menos años pero creo que eso nunca sucedió. Era mi abuelo y no iba a llamarlo de otra forma.

En aquellos paseos con 10 o 11 años, me llevó a la Lonja, al Mercado Central, la Plaza de la Virgen y la Plaza Redonda, que era el lugar de compra-venta de sellos y monedas en las calles de Valencia. Algo parecido los domingo de la Plaza Mayor de Madrid. Allí, en la Plaza Redonda, fue donde me introdujo a una de sus aficiones: coleccionar monedas. Nunca me enganchó esa afición pero disfrutaba de verlo a él contento de comprar alguna pieza que le faltaba o le gustaba y, como niño que era, no me fijé en ningún otro detalle. El caso es que muchos años después me dijo que todas las monedas eran para mi. Que me las dejaba en herencia. ¡Tenía un tesoro!


El caso es que por circunstancias que no vienen al caso solo una parte de la colección de monedas llegaron, por fin, a mis manos. Las he tenido guardadas bastante tiempo y hace poco y sin ninguna intención premeditada (no juzgo a mi subconsciente, que va por su cuenta), decidí consultar en Internet el valor de las monedas que tenía. Resultó que, sorprendentemente, todas podrían tener cierto valor. Unas, de unos cientos de euros, otras, de más de mil y había una que podría valer una auténtica fortuna. Así que el otro día se me ocurrió ir a un par de tiendas de numismática para saber si, de verdad, tenían algún valor ya que, la que podría ser una joya, podría alcanzar los 60.000 euros. ¿Te imaginas?

En la primera tienda me dicen que no me van a hacer una tasación, que si hay algo que les interese, me dirán cuánto me ofrecen. Me parece bien. Se las enseño, las mira, las remira... me inquieto, saca una moneda de su funda (no, no era la 'valiosa'), la mira de cerca, la vuelve a guardar...

- No tiene usted nada. Todas estas monedas son falsas.
- Pues fíjese que pensaba que habían sido las arras de la boda de mis padres.
- Imposible... porque estas monedas se falsificaron en los 80
- Muchas gracias. ¡Qué pena!

Me voy a una segunda tienda, por aquello de la segunda opinión...

Esta segunda tienda está más 'acorazada'. Le cuento al chico del otro lado del cristal blindado lo que he venido a hacer y le paso las monedas por la bandeja de intercambios.

Se queda mirándolas con cara de sorpresa, me las deja de nuevo en la bandeja...

- Un momento, por favor...

y se va a buscar a alguien. Aparece al minuto acompañado de un señor mayor, con pinta de saber muchísimo de esto. Las coge, les da un par de vueltas sin sacarlas de sus fundas...

- Todas estas monedas son falsas. Vamos, no son ni de plata. Son de alpaca. No tienen ningún valor para nosotros.

Casi me parto de risa. Menos mal que soy de los que no se hacen ilusiones casi nunca. En ambos sitios han sido muy amables. Me he vuelto a casa con una colección de "nadas" preciosa y enfundadas cual profesional del coleccionismo. ¡Qué pirata era mi abuelo!  Más falsas que un billete de 3 euros.

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